La mayor parte de los suelos se desarrollan directamente sobre sustratos volcánicos o procedentes de estos que condicionan su facilidad de manejo con fines productivos[1]. Veamos la clasificación del potencial productivo del suelo en el siguiente cuadro:
Cuadro 1
En cuanto a la distribución espacial sobre el territorio de El Salvador de las clases mencionadas se pueden destacar:
· Las zonas con vocación agrícola intensiva se concentran en la Llanura Aluvial Costera del extremo occidental del país y en la zona del Bajo Lempa así como en la vega el Río Grande de San Miguel, en la ladera norte del volcán de San Vicente, en el valle de San Andrés, en el extremo occidental del embalse del Cerrón Grande y en la planicie que se extiende entre los núcleos urbanos de Santa Ana y Ahuachapán.
· Las tierras agrícolas de vocación semi-intensiva, por el contrario, se encuentran muy dispersas pero, se localizan a modo de transición entre las tierras de vocación intensiva y los suelos ganaderos, permanentes y forestales.
· Las tierras cuyo aprovechamiento es el cultivo permanente se distribuyen muy relacionadas con las tierras de vocación ganadera y forestal en las principales zonas alomadas y montañosas del país.
· Toda la zona norte del país que se extiende sobre las Sierras Fronterizas y parte de la Depresión Central presentan una vocación forestal y ganadera.
· Por último, las tierras de protección se distribuyen en zonas escarpadas de las Sierras Fronterizas y de la Cadena Volcánica Costera pero incluyen también de los manglares de los esteros de Santiago, Jiquilisco y del Golfo de Fonseca[2].
Los procesos de degradación que impactan la cantidad y calida de suelo cultivable son la erosión y la desertificación, de las principales cuencas del país, aunque hay pocos estudios existen datos que indican la importancia de este proceso.
Cuadro 2
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